¿Quiénes somos?



Desde su fundación, hace ya más de 25 años,  hemos querido una parroquia servidora de la Comunidad. Nuestro lema “ Tú antes que yo, los demás antes que tú y yo” quiere ser la expresión de este nuestro empeño. 
Nuestro objetivo primordial es el de lograr la COMUNIDAD. En primer lugar, la comunidad humana : Colaborar en HACER BARRIO. Y sobre esa base humana, potenciar la COMUNIDAD CRISTIANA.
Queremos que nuestro estilo de vida sea el de FAMILIA : Que nada de los demás resulte indiferente a los otros. Compartir TODO : Alegrías y tristezas. Lo que somos y lo que tenemos. Que no haya entre nosotros desigualdades injustas. Que todos quepan en nuestra CASA COMUN. Y que todos nos sintamos LIBRES.
Nuestro SERVICIO ha de ser en GRATUIDAD. En lo humano y en lo divino.
Servicio gratuito y DESAPERCIBIDO.
Somos conscientes de que todo ello es un camino largo y difícil. Con dificultades internas y externas. Pero no queremos caer en la tentación de la PRISA ni el DESANIMO.
Y sabemos que NO ESTAMOS SOLOS.



NUESTRO PATRÓN: SAN PEDRO DE ALCÁNTARA



En una ilustre villa de la Alta Extremadura, Alcántara, nació en 1499, un niño a quien al ser bautizado se le impuso el nombre de Juan. Andando el tiempo sería el gran San Pedro de Alcántara.
Su padre Alonso Garabito, era alcalde la villa. Su madre se llamaba María Vilela. Ambos sobresalían por su ilustre linaje y por sus buenas virtudes. Por eso no es de extrañar que su hijo recibiera una profunda educación religiosa y social.

Enseguida aprendió las primeras letras y se aficionó a leer libros piadosos.

Cuando cumplió doce años, sus padres le propusieron ir a estudiar a Salamanca, cosa que aceptó de buen grado. En poco tiempo adquirió renombre y fama, de forma que sus superiores solían ponerlo como ejemplo y modelo de perfecto estudiante.

Ya en esta época ejercía la caridad quedándose sin comer, repartiendo su comida con estudiantes pobres que no solían faltar. También usaba cilicios y se disciplinaba cruelmente intentando borrar los pecados propios y los del mundo.

No le agradaba mucho la sociedad en la que vivía y cada vez anidaba más en su corazón la idea de abandonar esa sociedad y retirarse a una vida de más silencio y oración. Así que, un día abandonó Salamanca, se pasó por Alcántara y expuso a sus padres su decisión. Con el beneplácito de sus padres se marchó al Convento de San Francisco de los Majarretes, donde un pariente suyo era entonces el guardián. Debido a sus condiciones fue admitido en la comunidad tomando el hábito franciscano cuando sólo contaba 16 años. Según costumbre de la Orden, cambió su nombre de Juan de Sanabria por el de Fray Pedro de Alcántara.

Ahora su vida transcurre en el estudio de la Regla, el rezo del Breviario, la oración y la práctica de toda clase de virtudes. Hace un pacto con su cuerpo: el de no darle gusto en nada, o sea, el de llevarle la contraria, cosa que practicó toda su vida.
Cuando terminó el año de noviciado, los ocho años siguientes los dedicó, de lleno a estudiar la carrera eclesiástica: Sagrada Escritura, teología, Derecho,... preparándose así lo más dignamente posible para el estado sacerdotal. Durante esta época vivió en varios conventos como el de Belvis de Monroy, o en Badajoz donde trabaja en la construcción del propio convento.
Por fin en 1524, con 25 años, canta su primera misa.
Ya sacerdote se lanza con celo impetuoso a la salvación de las almas por medio de la predicación y del apostolado en general.
Su auditorio siempre era numeroso y a su voz se rendían los pecadores más empedernidos. Su labor en el confesionario era igualmente maravillosa. Tranquilizaba las conciencias y dejaba a todos edificados y aficionados a la virtud.
Si ya de joven se distinguió por su penitencia, ahora ésta se hace más radical: Acostumbraba a comer cada tres días, y a veces, cada ocho, vestía siempre la misma ropa fuera invierno o verano, se disciplinaba dos veces cada día, y durante cuarenta años sólo durmió hora y media entre noche y día, y esto, de rodillas y apoyando la cabeza sobre un madero clavado en la pared. Tal era su aspecto físico que Santa Teresa dijo de él que parecía que estaba hecho de raíces de árboles.
En su vida resalta el don de la oración y contemplación. Escribió, siendo Guardián del Convento de San Onofre en La Lapa el famoso "Tratado de la Oración la Meditación" que Santa Teresa recomendaba mucho a sus monjas.
Fue Guardián de varios conventos. Con 39 años fue elegido Ministro Provincial de la Provincia de San Gabriel. Pero ansioso de mayor soledad, pobreza, oración y penitencia, emprende la reforma de la Orden. Para ello acude a Roma y consigue las correspondientes autorizaciones.
Siendo Comisario General de los Franciscanos Conventuales de Vida Reformada, fundó conventos por toda la Península Ibérica. El primer convento que funda es el del Palancar, en Pedroso de Acim (Cáceres). Él mismo dirige la construcción, resultando un convento de tan diminutas proporciones que ha sido llamado la octava maravilla del mundo. Cuando los obreros le preguntaban que por qué hacía las celdas tan bajas y las entradas tan estrechas, les contestó: "Porque el camino del cielo es muy estrecho y así es menester que nos estrechemos mucho.
A pesar de su austeridad y extrema penitencia era, sin embargo afable, caritativo y cordial con sus prójimos, por lo que se ganaba el cariño y la admiración de la gente. Su fama se extendió por toda la península: Personajes influyentes acudían a él, el mismo emperador Carlos V, que estaba en Yuste, le pidió que fuera su confesor y, aunque acudió varias veces a verle no aceptó. San Francisco de Borja, Santa Teresa de Jesús, San Juan de Ávila, Fray Luis de Granada, ... acudían a él para aconsejarse y dirigirse espiritualmente.
Se traslada al Convento de Arenas donde vivía retirado en una gruta que ahora se conoce como "Celda del Santo". Su enfermedad de estómago se iba agravando y el 18 de octubre, a los 63 años y 47 de vida religiosa, murió después de haber recibido el viático. En ese instante se apareció a Santa Teresa y le dijo "cómo se iba a descansar y bendita penitencia que tanto premio le había merecido.
El Papa Gregorio XV lo beatificó el 18 de abril de 1622, y Clemente IX lo canonizó el 28 de abril de 1669.
Es copatrono de Extremadura junto con la Virgen de Guadalupe.
Encomendémonos a San Pedro. Recordemos aquella frase de Santa Teresa hablando de este santo: "Díjome una vez el Señor que no le pedirían cosa en su nombre que no la oyese".


NUESTRA  MISIÓN